Una larga sequía, la aparición de algas en playas del Este y raras enfermedades, son parte de las secuelas del fenómeno
Una prolongada sequía que mermó la producción de varios rubros agrícolas y obligó a las autoridades a racionar el suministro de agua para consumo humano y riego; algas sargazos que cubrieron las costas de la región Este del país y la amenaza de enfermedades, hasta entonces desconocidas como el virus del Zika, son algunos de los efectos del cambio climático que este año se sintieron con fuerza en nuestro país.
El fenómeno de dimensiones globales del que tanto se ha hablado en los últimos años, se ha convertido en una amenaza real para la República Dominicana, que junto a otros nueve países del mundo, son considerados los más vulnerables a sus efectos, según estudios de la Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) y el Banco Mundial.
Y es que la problemática ha pasado de ser un tema de discusión y análisis en foros y cumbres internacionales por parte de los principales líderes mundiales, incluido el Papa Francisco, a impactar de manera directa en la economía de humildes campesinos y la salud de moradores en barrios marginados a orillas de ríos y cañadas de esta media isla.
Frente a este panorama, el propio presidente de la República, Danilo Medina, al pronunciar su discurso en la Vigésimo Primera Conferencia del Cambio Climático (COP21), celebrada en París, Francia, el pasado mes de noviembre, manifestó su preocupación por las consecuencias del fenómeno que ya no constituyen un mero ejercicio intelectual, sino un desafío real para la supervivencia de la República Dominicana.
El mandatario aprovechó el escenario para exhortar a países emergentes y desarrollados a asumir su responsabilidad histórica, y no sólo reducir los gases de efecto invernadero que han originado el problema, sino también financiar la transición energética del resto del mundo a través del Fondo Verde.
Brote de enfermedades
Está comprobado que el cambio climático, con sus más de veinte fenómenos naturales asociados, es el responsable de la cada vez mayor propagación de enfermedades como el dengue, la chikungunya y el zika, transmitidas por el mosquito vector aedes aegypti , cuya incidencia y reproducción en las diferentes regiones tropicales del mundo, suele aumentar por las inundaciones, sequías, vendavales, huracanes, tormentas tropicales, entre otros fenómenos como “El Niño” y “La Niña”.
En lo que va de año, sólo el dengue ha provocado 94 muertes y 15,245 casos probables de la enfermedad, según consta en el último boletín epidemiológico correspondiente a la semana 48, emitido por la Dirección General de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública.
En ese sentido, profesionales en las áreas de estadísticas, medicina, biología y meteorología, han comenzado a capacitarse para generar estudios que contribuyan a disminuir el impacto del cambio climático en la salud.
Precisamente este mes dejaron conformado el Grupo de Trabajo de Salud y Clima de la República Dominicana, mediante una carta compromiso firmada por representantes del Ministerio de Salud Pública, la Oficina Nacional de Meteorología (Onamet), la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), los Ministerios de Ambiente y Agricultura y la Fundación Plenitud, con la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el entrenamiento del experto internacional Paulo Ortiz Bultó, PhD, investigador senior del Centro Climático de Meteorología de Cuba, especializado en modelar las relaciones entre clima y la salud, sobre todo las enfermedades infecciosas y transmitidas por vectores.
Daños a la agricultura
Las secuelas del cambio climático en materia agrícola, se derivan de la sequía asociada al fenómeno, que este año originó cuantiosas pérdidas, según datos proporcionados por la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios (Confenagro) correspondientes al segundo semestre del año y provocó, la importación de productos como el plátano.
Solamente en la provincia Peravia, resultaron afectadas 22,013 tareas de plátanos, 21,980 de guineos, 6,800 de lechosa, 2,240 de yuca, 315 de ají, 600 de habichuelas, 1,055 de berenjenas, 360 de pepinos, 829 de molondrones, 4,065 de aguacates, 34,670 de mangos, 6,510 de pastos para animales, y el área de cultivo de cebolla se redujo de 8,000 tareas a unas 1,500 tareas.
Las 13 provincias más vulnerables
En un estudio sobre los Puntos Críticos de Vulnerabilidad al cambio climático, elaborado por la USAID a través de su programa TNC (The Nature Conservancy), se determinó que 13 provincias (alrededor del 40% del territorio) presentan niveles de vulnerabilidad de alta a muy alta, entre las que se encuentran Pedernales, Bahoruco, Barahona, Elías Piña, El Seibo, Santo Domingo, La Altagracia, San Pedro de Macorís, Monte Plata, Peravia, Montecristi y Valverde.
La investigación, que analiza seis sectores prioritarios de desarrollo, como la agricultura, agua para consumo humano, asentamientos, energía, áreas protegidas y turismo, destaca que por su ubicación, dichas provincias son más propensas a eventos meteo-climáticos por su baja capacidad adaptativa atribuida a la pobreza de sus residentes.
¿Cuál es el costo de no tomar medidas ahora?
Según las proyecciones de Stockholm Environment Institute y Tufts University en 2008, si el país y el resto de islas caribeñas no toman medidas concretas para la adaptación al fenómeno, los daños por huracanes, pérdidas en turismo y daños a la infraestructura asociados al aumento del nivel del mar, podrían rondar por los US$11 mil millones para el 2025, lo que representa el 6 por ciento de la economía caribeña actual. En el caso específico de la República Dominicana, se estima que el costo de la inacción sería de un 10% del producto interno bruto en los próximos diez años.
La entidad recomienda planes de desarrollo sostenible, ordenamiento ecológico del territorio, manejo integrado de la costa, creación o restauración de dunas, protección de corales, restauración de manglares, mejora de cultivos resistentes a la sequía, y manejo integrado del recurso hídrico. Actualmente cursa un proyecto de ley en el Congreso que busca mitigar los efectos del problema.
Fuente: María Teresa Morel
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